En el primeros de sus tres libros de relatos autobiográficos "VIVIR PARA CONTARLA", dice sobre su paso por la escuela Montessori: El consuelo fue que en Cataca habían abierto por esos años la escuela Montessoriana, cuyas maestras estimulaban los cinco sentidos mediante ejercicios prácticos y enseñaban a cantar. Estudiar era algo tan maravilloso como jugar a estar vivo. Aprendí a apreciar el olfato, cuyo poder de evocaciones nostálgicas es arrasador. El paladar, que afiné hasta el punto de que he probado bebidas que saben a ventanas, panes viejos que saben a baúl, infusiones que saben a misa... No creo que haya método mejor que el Montessoriano para sensibilizar a los niños en las bellezas del mundo y para despertarles la curiosidad por los secretos de la vida... Me costó mucho aprender a leer. No me parecía lógico que la letra "m" se llamara "eme", y sin embargo con la vocal siguiente no se dijera "emea" sino ma. Me era imposible leer así. P